La Constitución sigue muerta



Corría el Año de 1914 cuando Ricardo Flores Magón escribía tajante: ¡MUERA LA CONSTITUCIÓN! En su artículo condenaba de manera directa la efervescencia del constitucionalismo carrancista y la defensa de la constitución del 1857, considerando que esta restituía en realidad los derechos sociales profundos, su verdadera libertad económica.

Y aun cuando se reconocía la esencia de Juárez y los derechos sociales en el documento magno, Magón refería: 

Preguntad a los ancianos, si comieron más pan por medio de su trabajo durante la sencilla democracia de Benito Juárez que bajo el imperio de Maximiliano o la dictadura de Santa Anna, y os dirán que para el trabajador el pan ha sido escaso bajo todas las formas de gobierno, y que, además, tan escasa fue la libertad bajo el imperio, como bajo la dictadura y la República.
Ya desde 1906, los hermanos Magón acusaban que la Constitución era en realidad aparentaban una letra muerta. Su interpretación aventajaba al rico y aprisionaba al pobre.
Cuando ha llegado un 5 de febrero más y encuentra entronizada la maldad y prostituido al ciudadano; cuando la justicia ha sido arrojada de su templo por infames mercaderes y sobre la tumba de la Constitución se alza con cinismo una teocracia inaudita ¿Para qué recibir esta fecha, digna de mejor pueblo, con hipócritas muestras de alegría?
La Constitución ha muerto, y al enlutar hoy el frontis de nuestras oficinas con esta fatídica, protestamos solemnemente contra los asesinos de ella, como escenario sangriento al pueblo que han vejado, celebren este día con muestras de regocijo y satisfacción.

En 1917; hace 100 años; un cinco de febrero como hoy, El Congreso Constituyente de 1917 promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, como ahora la conocemos y que nos rige de manera continua desde esa fecha. Nuestra Carta Magna recogió muchas de las demandas del pueblo mexicano. Se incorporaron derechos y garantías sociales e individuales. Se reconoció el agrarismo, pero careció en cierto sentido de los candados adecuados para cumplir esa promesa de justicia social. Por ello, y ante la crítica de Ricardo Flores Magón, Carranza legitimó el latifundio, los privilegios y confronto a los ciudadanos de abajo en sus luchas contra la división del norte, con el funesto resultado de eliminar a Villa y a Zapata.

De igual forma que la constitución de 1857 y la crítica de los hermanos Magón, la constitución vigente no solo arrastra los problemas de la del 57, y las reformas han sido punta de lanza para el despojo del patrimonio nacional y la militarización de la seguridad interior. Todo esto se lleva acabo mientras el debate nacional se centra en temas diversos, el trasfondo del problema real está presente: La Ley se interpreta y sirve de manera selectiva, respondiendo a los intereses del poder.

Esa constitución defendida, junto con el supuesto legado histórico que el PRI ostenta desde la revolución, sigue dejando rezagos importantes. Se ha alejado de su espíritu de 1917 en los artículos agrarios y en los recursos del pueblo. Se está legitimando la militarización del estado, no para provecho en la guerra contra el narcotráfico, sino para apaciguar los ánimos revolucionarios que se empiezan a vivir en el México de los jóvenes.

Con eventos rimbombantes, además de un país polarizado y sangrante por la violencia de estado, celebramos 100 años de una constitución que ha muerto nuevamente. Y así como Ricardo Flores Magón murió en un calabozo en Estados Unidos, seguramente asesinado; así como los supuestos caudillos militares de la revolución legitimaron un estado a través de instituciones que engendraron al actual PRI. Así los ciudadanos del día a día viven alejados de la justicia social, de la libertad económica, mientras los descendientes (de sangre y de dedo) de los caudillos, ahora caciques políticos,  amparados desde luego por la constitución y las leyes que de ella emanen, abusan del pueblo, corrompen las instituciones y concentrar el poder político y económico que es fundamentalmente propiedad de todos los mexicanos.