Los mártires de Río Blanco, el porfirismo al servicio del dinero.

 


Actualización de un artículo de 2017.

Hace 116 años, un 7 de enero de 1907, miles de obreros se manifestaban frente a la fábrica de hilados del poblado de Río Blanco en Veracruz. Durante las manifestaciones de repudio a las condiciones laborales, una gresca entre obreros molestos y empleados de la tienda de raya frente a la fábrica derivó en saqueos, incendios y la acción de la policía montada con ayuda de refuerzos federales a cargo del general Rosalindo Martínez, Secretario de Guerra de Porfirio Díaz. La policía y el ejército accionaron sus armas de fuego contra los obreros, entre ellos mujeres y niños. Hubo ejecuciones y fusilamientos. El Saldo: una inexacta cantidad de muertos entre manifestantes y sus familias, pero que muchos aseguran fueron cientos.

Rosalino Martínez, Joaquín Mass, Felipe Mier y otras personas frente a la fábrica de Río Blanco (Mediateca - INAH)


Este hecho es considerado, junto con la Huelga de Cananea y la revolución de Valladolid, precursores de la Revolución Mexicana. Y, sin embargo, muchas de las condiciones que propiciaron los sucesos de Río Blanco aún son notorios en nuestra sociedad mexicana.

El crecimiento e industrialización del país contrastaba con las condiciones de trabajo de los obreros. Muchos de ellos, inspirados por los ideales de los hermanos Flores Magón, exigían condiciones de trabajo que se asemejaran a los logros obtenidos en el extranjero. Se vivían sueldos míseros, jornada de trabajo de 6 de la mañana a 9 de la noche, con sólo 45 minutos de comida y el pago de los útiles que se rompieran.

Además, los obreros cubrían sus necesidades comprando en las mismas tiendas que sus patrones o amigos de los patrones tenían en las fábricas: Las conocidas Tiendas de Raya. Algunas veces al obrero se le pagaba con vales que podría canjear en las tiendas de Raya. Como antecedente, el administrador y dueño de la tienda de raya de Río Blanco los recibía a un menor costo.

Las condiciones de los obreros en el país empeoraron durante noviembre de 1906 ya que, con el pretexto del bajo costo del algodón, los productores redujeron el salario. Ello derivó en huelgas en varios estados del país, las de Tlaxcala y Puebla paralizaron para el 4 de diciembre un aproximado de 41 fábricas.

El 7 de diciembre, un trabajador de nombre Abraham Trujillo proclamo por las calles de Rio Blanco la necesidad de una tercera revolución social (contando las Guerras de Reforma) para mejorar los derechos de los obreros textiles. Bajo un lema de “Dinero y Trabajo” comenzaron las protestas, pero aún no se llamaba a huelga.

Obreros frente a la fábrica de hilados de Río Blanco (Mediateca INAH)


El Gobierno y los empresarios Textiles de la zona fueron enterados de que obreros de Río Blanco, a través la organización sindical “Círculo de Obreros Libres”, auxiliaban a sus compañeros huelguistas financieramente. Estos hechos llevaron a los dueños de la fábrica de Hilados a realizar un paro de labores patronal, conocido con el anglicismo de lock-out entre el 22 y 24 de diciembre en toda la zona de Orizaba para presionar por medio de la necesidad a los obreros y cortar el apoyo financiero a los huelguistas.

Por ello es incorrecto llamar Huelga a los hechos de Río Blanco, ya que el paro se trató de una decisión unilateral de los patrones de la fábrica de hilados y tejidos. Desafortunadamente aún en la actualidad y en muchos libros oficiales de historia se sigue considerando que los hechos de Río Blanco se desarrollaron en el contexto de una “huelga”.

Militares resguardan las instalaciones de la Fábrica Río Blanco (INAH-INEHRM)


Los líderes del Círculo de Obreros Libres de la región solicitaron el arbitraje del presidente Porfirio Díaz, puesto que se encontraban casi 93 fábricas paralizadas en el país y los trabajadores comenzaban a sufrir de hambre por la falta del cobro de sus sueldos y el retiro del apoyo de la zona de Orizaba.

Díaz expidió el 4 de Enero un laudo que ordenaba a los trabajadores a regresar a sus labores puntualmente el día 7 de Enero de 1907, a cambio de mejoras para las condiciones de los obreros. Pero los cambios no serían inmediatos, pues se sujetaría en un principio a las mismas condiciones. Además, el laudo era claro al condicionar la libertad de expresión e información, ya que prohibía, entre otras cosas, leer periódicos subversivos que solo les distraía la mente. Y negarles también del derecho a huelga.

Por esas fechas, el general Rosalindo Martínez, Secretario de Guerra del gobierno de Díaz avanzó a la región de Orizaba con dos mil elementos de las Fuerzas Federales con la orden expresa de intervenir en el conflicto en caso de presentarse problemas. Aparentemente la instrucción de Diaz hacia el General Martínez era buscar la confrontación. Para ello se cambió al jefe político de Orizaba Carlos Herrera por el Coronel Francisco Ruiz, ex-jefe de la gendarmería de la Ciudad de México.

Gente afuera de la fábrica de Río Blanco  (INAH)


Los trabajadores de Rio Blanco regresaron a sus labores según la fecha pactada aproximadamente a las 5 de la mañana; sin embargo, los empleadores solo dejaron entrar a unos mecánicos, tejedores y albañiles. La mayoría de los empleados que quedaron fuera comenzaron a reclamar y algunos empezaron a apedrear el edificio. Los obreros querían trabajar; el hambre que había traído consigo el paro de labores los tenía muy molestos.

Frente a la fábrica de hilados se encontraba la tienda de Raya, propiedad del francés Victor Garcín. Según el relato de Ortiz Petricioli (1977) y Armando List (1935) un empleado de Garcín acudía entre la turba a entregar pan a la fábrica, un acto que los obreros tomaron como desafiante, debido al hambre reinante. De pronto alguien le tiró la bandeja y el empleado decidió regresar. Lo intentó de nuevo y obtuvo el mismo resultado.

Garcín consideró que él y su negocio estaba en riesgo y decidió cerrarlo apresuradamente. Ante tal acción los obreros comenzaron a gritar que no eran ladrones. Sin embargo, una ventana no fue cubierta y alguien la destrozó de una pedrada comenzando el saqueo de la tienda.

Muchas personas estaban ya molestas con Garcín por la forma en la que recibía los vales y además, por haberles negado créditos días anteriores ante el hambre de la huelga. Es posible que quienes hayan destrozado la ventana lo hayan hecho con la intención de violentar las cosas.

Después del incendio en Río Blanco, panorámica (Fototeca Nacional - Archivo Casasola)


Los elementos de la policía montada intentaron contenerlos sin éxito. La ira tomó a más manifestantes que fueron a las tiendas de Raya de Nogales y Santa Rosa (hoy Ciudad Mendoza) que eran propiedad también de Garcín, en el camino cortaron cables de luz y algunos más tomaron la presidencia municipal, liberando algunos presos.

Las fuerzas federales llegaron de Orizaba y entre Nogales y Santa Rosa comenzaron a disparar. Los obreros trataron de refugiarse en el Palacio Municipal, donde había ya otros obreros y sus familias, también ahí comenzaron los disparos.

Se coincide en que fueron alrededor de 800 víctimas inmediatas de los asesinatos y la agresión de las fuerzas federales en contra de los obreros y manifestantes. Los cadáveres se apilaron en plataformas de tren, que partieron rumbo al Puerto de Veracruz y donde finalmente fueron tirados al mar.

Durante los días siguientes continuaron los fusilamientos, entre ellos los de los dirigentes del Círculo de Obreros Libres de Santa Rosa: Rafael Moreno y Manuel Juárez que se realizaron frente a las humeantes ruinas de la tienda de raya, para escarmiento de los obreros. Los federales revisaron muchas casas de obreros, y en todos aquellos donde se encontraban alimentos de la tienda de raya se fusilaba al instante. Se reportó un total de 5,512 trabajadores que reanudaron labores de 7,083 antes de los disturbios. La cifra faltante se calcula entre quienes murieron, huyeron o quedaron heridos.

Federales custodian enseres, ropa y muebles abandonados en una calle (Casasola INAH)


Con los días, las cosas volvieron a una relativa normalidad ante un secretismo y silencio periodístico del hecho por parte de los medios de la época. El cónsul de los Estados Unidos en la Ciudad de México telegrafió al asistente del Secretario de Estado, Robert Bacon, sobre la situación en Río Blanco. En el telegrama afirmaba que la situación era muy difícil y que los medios, patrocinados por el gobierno, tenían órdenes de no generar información de la situación tan grave que ocurría.

Por su parte, el cónsul de los Estados Unidos en Veracruz, William W. Canada reportó que habría cientos de muertos, y que la revuelta había afectado en especial a los extranjeros. Cabe mencionar que el Cónsul Canada fue simpatizante en muchas ocasiones de que Estados Unidos interviniera militarmente a México y justificó las acciones como “asperas… para someter a estos nativos revoltosos”

Victor Garcín demandó al gobierno de Díaz la indemnización por los daños a sus tiendas. Una versión de El Diario de España indicaría que Garcín tuvo ofrecimiento para iniciar de algún modo la rebelión de los obreros (Navarro, 1957) y que los actos que llevaron a caos fueron provocados por el mismo gobierno.

Como resultado, la mayoría de los obreros regresaron a sus labores bajo las mismas condiciones que antes y ahora con el miedo a la represión del estado. Los actos violentos justificaron al porfirismo de descartar los derechos del Laudo. Se mantuvieron algunos meses las fuerzas federales por la zona.

Finalmente, en un acto de sumisión al poder económico, Porfirio Díaz organizó un banquete para los dueños españoles de las fábricas a modo de disculpa. Aún con ello, la semilla revolucionaria estaba sembrada en personajes como Heriberto Jara y Camerino Z. Mendoza, quienes experimentaron en carne propia los hechos de Río Blanco y más adelante tomarían parte fundamental en la Revolución Mexicana.

 

*Mediateca INAH

Ortiz Petricioli, J. (1977). La tragedia del 7 de enero (2nd ed.). Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano. México. 

List, A. List, G. (1935) La huelga de Río Blanco, Secretaría de Educación Pública. México. 

González Navarro, M. (1957). La huelga de Río Blanco. Historia Mexicana6(4), 510–533. Recuperado a partir de https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/712